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Cuando se da o no se da, un mismo monoestilo gráfico, (claridad-legibilidad, tamaño, inclinación, dirección, etc.,) entre la escritura y la firma.

El punto del espacio gráfico donde se ubica la firma, (izquierda, centro, derecha, etc.) con relación al texto que le antecede señala el nivel de equilibrio entre el "ser" y el "tener", entre el yo y el mundo externo, entre el pasado y el futuro entre otras muchas cosas que pasamos a ver.

La dimensión de la firma con respecto al texto expresa en su altura el autoconcepto autoestimativo, la autoimagen. Mientras que en el avance hacia la derecha se expresa la dimensión de su impulso expansivo interno hacia el mundo externo, la amplitud de horizontes que quiere abarcar, sus ambiciones.

La presión del trazado corresponde, en general, a la fuerza e intensidad de nuestros instintos, de nuestras pulsiones, tendencias atávicas y necesidades primarias. Revela la fuerza generadora de acción y de resistencia de nuestro carácter y, en el caso de la firma, refleja el nivel de potencia de nuestro Yo íntimo, la fuerza del Yo para mantener sus ideales, deseos, ambición, nuestro “querer ser”.

La legibilidad de la firma es una costumbre obligatoria en algunas culturas, como en América del Norte. Los latinos, por el contrario, no tenemos este criterio establecido. Puede ocurrir que la búsqueda de originalidad prime sobre el principio de legibilidad, que lo importante sea el impacto visual y no la transparencia.

Al escribir y/o firmar cada uno de nosotros expresa movimientos que, transmitidos a la escritura y a la firma-rúbrica, evidencian dinamismo, agilidad, torpeza…Revelando el funcionamiento de nuestros procesos mentales e ideativos, de la capacidad de manifestarlos y comunicarlos y de la acción del individuo en el ambiente social en el que se desenvuelve.

La dirección de los renglones, sea en el texto, sea en la firma, está en correlación con las fluctuaciones del estado de ánimo, del humor y de la confianza en sí mismo.

La inclinación de la firma-rúbrica está relacionada con las necesidades de contacto físico, afectivo o espiritual con otros seres o con las cosas que nos rodean. Además hace referencia al vínculo afectivo que se establece con los otros y con la prontitud de reacción frente a los estímulos exteriores.

 Si la firma representa al Yo con la propia autoimagen, o concepto que el sujeto tiene de sí mismo, con las actitudes y aspiraciones íntimas, con sus impulsos, pasiones, deseos y necesidades, cuando el movimiento aparece interrumpido, algo interrumpe las pulsiones del Yo. Por el contrario, cuando la firma aparece sin ningún tipo de interrupción o corte del movimiento, supone una identidad entre el pensamiento y el deseo, entre el pensamiento y la acción.

Las personas formulan diferentes evaluaciones sobre el mismo evento; por lo que deben considerarse como respuestas subjetivas con un alto grado de flexibilidad y variabilidad, capaz de hacer frente a distintas situaciones.

El nombre designa al Yo íntimo y profundo (nos liga con nuestro Yo infantil) y el apellido/s nos vincula directamente con la familia y el Yo socio-profesional.

Se valora el nombre o apellido/s cuando se escriben enteros, con atención y cuidado. Se subvaloran de dos formas:

• Autopunitiva: autoagresiva.
• Exopunitiva: agresión a terceros.